lunes, septiembre 07, 2009
Pluma forense
Cumplo con el penoso deber de notificar el lamentable fallecimiento de Emilio. El difunto en cuestión se dio a conocer a la luz pública cuando fue nombrado en uno de mis relatos. Nació hace pocos meses, en el mismo instante en que me fue asignada la honrosa tarea de crearlo. Confieso que no fui muy creativo. Mis palabras, escoltadas por muletillas, describieron a un hombre normal que tenía una novia muy linda, y los dos estaban enamorados. El personaje de la novia ya lo había creado otro compañero, así que mi labor se hizo muy simple. Cada día el amor entre estos dos personajes se hacía más intenso. Toda marchaba como en un cuento de hadas, hasta que un día se me chorreó la tinta. Quedó jubilada en el bolsillo de una camisa y yo pasé a ser un bolígrafo sin personalidad. Mientras tanto ella quedó desolada. No entendía el por qué de la ausencia de Emilio. Nada de llamadas, ni de visitas. Nada de nada. Dentro de su desesperación, ella buscaba justificar a su amado. Pasaron varios meses hasta que mi dueño me regaló una nueva tinta. Escogí el mejor papel en blanco para que fuera testigo de mi lealtad por Emilio. Nació de nuevo. Lo primero que quiso hacer fue buscarla. Pero ya era tarde. Pensé que cualquier excusa hubiese sido inaceptable para ella. También quise evitar cualquier derramamiento futuro, por eso decidí matarlo.
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